Es nuestra estación favorita y no sólo porque lleva consigo una penitencia que después se dirime en el real de la feria al ritmo de sevilanas, sino porque la primavera es la estación que nos devuelve a la luz, el color y también el olor a nuestra ciudad.
Pero este año nada será lo mismo. Nos hemos quedado sin esa ilusión primaveral, que ha sido sustituida por la oscuridad y el silencio de las calles en una época del año en la que nada es igual, ni siquiera la climatología.
Vamos a perdernos el olor a azahar en nuestros paseos matutinos, compartir el mediodía con esos primeros rayos de sol que comienzan a quemar, mientras hablamos de la Madrugá o del cartel taurino de la Maestranza.
Nada va a ser igual, pero debemos quedarnos con el compromiso, la solidaridad y los valores humanos que sí han tomado las calles para agradecer con aplausos la dedicación y el trabajo de los profesionales sanitarios que se juegan la vida a diario por nuestra salud; para ir a trabajar y poder garantizar así las actividades esenciales; para quedarnos en casa y protegernos a todos… Sin duda, el pensamiento colectivo ha tomado la delantera al individualismo del que estaba impregnada nuestra sociedad.
Y a buen seguro que será esa solidaridad, ese cariño y ese agradecimiento el que nos llevaremos a El Rinconcillo la primera vez que podamos mantener un encuentro social porque esta pesadilla se haya acabado en esta primavera diferente que no sabemos si tendremos tiempo de alcanzar en sus albores. Lo que sí tenemos claro es que lo intentaremos y que, más tarde o más temprano, volveremos a disfrutar juntos.