De qué, si no de recuerdos, se compone la vida. Imágenes del pasado que guardamos en la memoria y que, en el mejor de los casos, se ven materializadas en objetos que nos transportan a una época anterior.
El Rinconcillo constituye en sí mismo un inventario de recuerdos de sus casi 350 años de historia en la esquina de la calle Gerona. Como decimos muchas veces, es un museo que guarda en sus paredes la esencia de otros tiempos y de quienes pasaron por aquí no pocas horas de sus vidas.
Y, como todos los museos, también tiene sus obras de arte. En este caso, nos referimos a las pinturas que un día nos dedicó un gran amigo de la casa y del que ya os hemos hablado en alguna ocasión. Francisco García Gómez, pintor, académico y catedrático era habitual de nuestras tertulias y de él son tres cuadros que cuelgan en las paredes de El Rinconcillo, dos de los cuales reflejan estampas del establecimiento: la fachada y uno de los detalles que conservamos de los tiempos del ultramarinos (el taco de papeles junto al teléfono). El tercero, una témpera sobre papel del año 62, permanece en la sala de las tertulias, donde tantas veces se sentó.
Otra de nuestras grandes joyas es el cartel original de las Fiestas de la Primavera de Sevilla de 1929, año en que la ciudad acogía la celebración de la Exposición Iberoamericana. Pero si algo llama la atención de los visitantes es, sin duda el azulejo que anuncia el chato de jerez solera 1670 a 40 céntimos. De hecho, son muchos los que se acercan a la barra pidiendo probar el jerez y tenemos que explicarles que ya no se vende ni se fabrica.
No es este el único azulejo en El Rinconcillo. También está el de la famosa errata, colocado en la celebración del 300 aniversario del nacimiento del local en homenaje a Agustín de Rueda Gutiérrez, que comenzó a trabajar en el establecimiento en los años 20 del siglo pasado hasta su muerte, en 1957. Y, volviendo al tema de la errata, tenemos que comentar que fue totalmente intencionada. El autor del texto, Antonio Rodríguez Buzón, quien pronunciara en 1956 uno de los pregones de la Semana Santa de Sevilla más vibrantes y recordados de su historia, la justificó entendiendo que así llamaría la curiosidad de los clientes y se pararían a leerlo con atención. Y vaya si ha sido así…
Y, siguiendo con los azulejos, también hemos de nombrar a los que decoran las paredes del salón de las tertulias. Algunas de ellas han querido expresar su agradecimiento a El Rinconcillo en forma de azulejo que, como todo lo que hay aquí, perdurará a lo largo de los años.