Las celebraciones en mesas navideñas están rodeadas de confusiones y, si no, que levante la mano quien tenga todas las premisas claras. Desde saber qué pan te corresponde (el de la derecha o el de la izquierda) hasta si puedes utilizar las manos para comer/coger según qué comida.
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Supongamos que en esta ocasión te toca ir a casa de alguno de tus familiares/amigos (en la próxima entrega trataremos el lado contrario, el de los anfitriones). Empecemos por la hora de llegada y la regla es simple: ponte en el lugar de quien ha estado todo día cocinando, pero aún necesita tiempo para rematar algunos detalles, terminar de colocar la mesa e, incluso, ducharse y/o cambiarse de ropa. Si no lo has entendido aún: si te han dicho que la cena empieza a las diez, llega a las diez y no antes, ni después.
Quizá también te preocupa la vestimenta… Eso es algo que decide el/la anfitrión/a con el tipo de cena que va a dar, pero como casi siempre, la virtud está en el término medio. No es necesario ir con vestido largo y corbata, pero tampoco en chándal.
Y si estás pensando en llevar algo, mejor que no sea la típica botella de vino o el postre por una razón bien sencilla: de ambas cosas ya se habrán preocupado los encargados de la cena para que redondee el resto del menú y, si lo haces, se van a ver obligados a llevarlos a la mesa. Mejor no dar lugar a este tipo de situaciones, pero si aún así quieres tener un detalle con ellos, envíales esa botella de vino a casa al día siguiente.
Una vez en la mesa y volviendo a la cuestión planteada arriba, tu pan es el de la izquierda; y, si la barra es compartida, corta tu trozo con un cuchillo. Y sobre el resto de “normas”, puede que sean demasiado comunes, pero no está de más recordarlas: evitar soplar la comida, no sorber haciendo ruido, comer con la boca cerrada y también sin hacer ruido, no hablar con la boca llena, sirve agua o vino a los comensales más cercanos antes que a ti mismo/a y trata de no tocar el vaso o la copa con la botella…
Siguiendo estas indicaciones serás el/la invitado/a que todos querríamos tener en nuestra mesa. Y ya sabes, nada de hablar de política, religión ni fútbol…