La temperatura es ideal (para ir con una manguita ligera), las horas de luz se extienden y el olor a azahar nos envuelve casi por donde quiera que vayamos… Parecía que no iba a llegar nunca, pero ya estamos en esa época del año en la que el placer de pasear por las calles de Sevilla se eleva a la enésima potencia.
Hoy centramos nuestra mirada en el barrio que nos acoge, Santa Catalina; un entramado de calles agradables que invitan a pasear lejos de las zonas más atestadas de turistas y donde se combina actividad comercial con el ámbito residencial.
En Santa Catalina se suceden las casas señoriales con comercios de cierta antigüedad y un número considerable de iglesias, de las cuales salen algunas cofradías de la Semana Santa de la ciudad. Es el caso de las hermandades de la Cena y, este año también, La Exaltación, y la iglesia de Los Terceros, en la calle Sol, que sirvió además como cuartel y como colegio, en 1952; época en la que se unió al edificio contiguo, que fue palacio de la familia Ponce de León.
También se levantan en Santa Catalina la Capilla de los Ángeles, de la que sale el Jueves Santo la Hermandad de los Negritos; el templo del Señor de la Salud, de donde parte la Hermandad de los Gitanos; y la iglesia de Santiago, sede de la Hermandad de La Redención.
Pero es nuestra vecina iglesia de Santa Catalina de la que toma nombre el barrio. A punto de cumplir 14 años cerrada al público, no se puede visitar, obviamente; pero sí observar la fachada de estilo gótico-mudéjar de este edificio declarado monumento nacional en 1912 y Bien de Interés Cultural en 1985.
El origen del barrio se sitúa entre los años 1500 y 1600 con la estructura y calles similares a las que vemos actualmente y en él también se abren encantadoras plazas como la de los Terceros o Ponce de León que bien valen una visita para disfrutar y deleitarse con su rico patrimonio arquitectónico.