Seguro que ya has visto alguna foto del resultado en las redes sociales, pero te invitamos a seguir leyendo para conocer a fondo cómo ha sido la restauración de El Rinconcillo.
Estos trabajos tienen un nombre propio, el de Alexandra del Bene, autora también de las pinturas de los cierres, que nos ha contado con todo lujo de detalles sus sensaciones, su manera de afrontar este encargo, cómo lo ha ejecutado y la buena acogida que ha tenido entre los clientes. “Todo parecía como de toda la vida. ¡La prueba estaba superada!”.
“Alegría y satisfacción” fueron los primeros sentimientos que se despertaron en ella tras recibir este encargo por parte de Javier y Carlos de Rueda, propietarios del establecimiento. “Me sentí halagada y emocionada”, dice Alexandra, “por fin algo deseado durante años se cumplía”.
La primera dificultad estaba al caer… Y es que presupuestar un trabajo de este calibre “sin poder tocarlo antes” no fue fácil. No obstante, “sin pensarlo dos veces, acepté el reto, sin miedo, sin dudas”.
Según nos cuenta, desde el primer momento sintió la confianza depositada en ella, algo que se tradujo en “fuerza y estímulo”. “Este trabajo no lo hace cualquiera, me dijo Javier, y esto te llena como persona y como profesional”.
Su profesionalidad y talento eran suficientes para saber que el resultado no defraudaría, aunque el proceso haya sido complicado. Pero Alexandra se ha valido de su experiencia como restauradora, su sentido de la responsabilidad y “una buena dosis de atrevimiento”.
Bisturí y pinceles
“He disfrutado muchísimo sobre el andamio con mis pinceles de pelo de cochino, con los que ya había restaurado castillos y palacios en la Toscana”, cuenta la artista. Y con ellos se puso manos a la obra, pero antes tocaba devolver el techo a su color, un trabajo que ella ya había visualizado, aunque “hay mucha diferencia entre pensarlo y hacerlo” porque estaba “empapado de grasa y nicotina de lo que se ha fumado en este local en siglos, tanto que casi desaparece el dibujo”. Afortunadamente, estaba de alguna forma “protegido por una capa de barniz transparente, lo que ha guardado el dibujo al otro lado pero no ha permitido la restauración en la esencia más noble del término”.
No obstante, ha podido realizar una “fiel reproducción del dibujo original”. Para ello, de forma previa y tras limpiar el techo cuidadosamente para no borrar la pintura, analizó el pigmento de los colores valiéndose de un bisturí para coger trozos pequeños. Lo mismo hizo con las estanterías y el mobiliario. Como vemos un trabajo delicado que, además, tuvo que compaginar con la presencia de una cuadrilla de 12 albañiles. “Creo que esta ha sido la parte más dura del trabajo”, dice riendo.
Como ella misma cuenta, “el límite de tiempo y las condiciones no le permitían error alguno”. Y no lo hubo.
“He intentando reproducir las flores, las líneas, todos los detalles iguales a los que estaban, con todas sus irregularidades y diversidades”, hasta que en la tercera semana “por fin vi el techo acabado”. Pero todavía quedaba mucho trabajo por hacer (estanterías, ventanales, mobiliario, celosías…).
“Estaba haciendo algo grande, importante”
Mientras tanto, “tenía conciencia de que estaba haciendo algo grande, importante para mí y para Sevilla”, “Con este trabajo, mi nombre quedaría unido de manera eterna a El Rinconcillo”, así que “lo logrado merecía el esfuerzo que estaba haciendo”.
Y sí, los tiempos se cumplieron y El Rinconcillo volvió a abrir sus puertas el 23 de agosto y Alexandra recibió toda clase de elogios y felicitaciones por su trabajo, tanto personalmente como a través de las redes sociales. “Casi nadie se daba cuenta del cambio o se acordaba de en qué condiciones estaba el techo antes de mi intervención”, apunta.
Ahora solo queda disfrutar de este impecable trabajo que acerca más a El Rinconcillo a su estado original, mientras que Alexandra continúa sumando proyectos profesionales. Tras decorar con sus pinturas el capote del diestro Pablo Aguado que, finalmente, lució David de Miranda en la corrida Picassiana de Málaga, ya tiene peticiones procedentes de varios países, además de otras tantas en Sevilla, como exposiciones y algunos grafitis en el centro de la ciudad.