Si hace unos días hablábamos del perfecto invitado, hoy nos ponemos en la piel de quien invita a otros a su casa para disfrutar de un encuentro navideño en torno a la mesa y, puesto que en un post anterior ya tratamos los puntos a tener en cuenta a la hora de servir la mesa, te remitimos directamente a él para centrarnos en otras cuestiones igualmente importantes.
Antes de decidir el menú, asegúrate que ninguno de los invitados padece alguna alergia o intolerancia. Este es un detalle importante que pondrá de manifiesto que has pensado en todos y cada uno de ellos.
Por otro lado, y aunque creas que es lo más oportuno para después tenerlo todo hecho, te recomendamos no poner un juego de mesa más por si alguien se presenta a última hora porque, si finalmente no llega, los presentes dispondrán de menos espacio en la mesa y esos platos que quedan sin usar provocarán una sensación, por decirlo de alguna manera, extraña.
Llegados al momento de distribuir a los invitados, echamos mano de una de las técnicas más utilizadas en el protocolo: sentar a las parejas, matrimonio, hermanos, etc. por separado para así evitar que terminen hablando de dos en dos de sus cosas y que la conversación sea más fluida entre todos los miembros de la mesa.
Un elemento que suele dar mucho juego es la servilleta. Ya la hemos visto doblada de todas las maneras posibles (en forma de cisne, de velas, de rosa con y sin tallo, de corazón…) porque la imaginación humana no tiene límites en este sentido. Nuestro consejo: planchada y en forma de triángulo sobre el plato o rectangular y al lado derecho, sobre los cubiertos.
Los almuerzos y cenas navideños también se prestan a la decoración de la mesa, pero cuidado con los jarrones, que se pueden caer y estorbar a los invitados; las flores, que pueden atraer insectos, provocar algún estornudo e, incluso, perturbar el sabor de los platos con su aroma; las velas, también por el olor (si es que huelen) y porque si se caen… mejor ni pensarlo. No obstante, si decides poner estas últimas, que estén encendidas durante toda la comida, que ya sabemos que su olor no es muy agradable cuando se apagan.