Ahora que están tan de moda de los superalimentos, vamos a hablar sobre uno que tenemos muy cerca y que seguro que no habías reparado en él en este sentido. Y sí, el jamón ibérico forma parte de la selecta familia de los superalimentos. ¿No te lo crees? Sigue leyendo…
Partimos de la base de que su consumo no engorda. De hecho, 100 gramos de jamón ibérico de bellota suponen menos de 250 kcal, así que no es un alimento contraindicado para las dietas bajas en calorías.
Según han demostrado muchos estudios, las grasas del cerdo ibérico de bellota tienen más de 55% de ácido oleico (monoinsaturado) y este produce un efecto favorable sobre el colesterol en sangre, incrementando los valores del colesterol beneficioso (HDL) y reduciendo los niveles del perjudicial (LDL). En nuestra dieta, solo el aceite de oliva virgen supera al jamón en contenido de ácido oleico.
Además, contiene una proporción total de ácidos grasos insaturados que supera el 75% y eso la convierte en la grasa más cardiosaludable de las animales e, incluso, más que otras de origen vegetal.
Y no queda ahí la cosa porque su consumo también aporta hierro, vitaminas y minerales esenciales. Concretamente, nos proporciona proteínas, ácido fólico, vitaminas B1, B6, B12 (beneficiosas para el sistema nervioso y el buen funcionamiento del cerebro), vitamina E (muy antioxidante), minerales como cobre, calcio, hierro, zinc, magnesio, fósforo y selenio (importantes para los huesos y cartílagos, y el antienvejecimiento).
¿Estás pensando en la sal? Aunque tradicionalmente se ha desaconsejado su consumo a pacientes hipertensos, estudios recientes han demostrado que, no solo no produce efectos beneficiosos sobre la presión arterial, sino que contiene algunos péptidos antihipertensivos, es decir, reductores de la presión arterial.
Y, para rematar, está buenísimo. ¿Qué más se puede pedir?