Lo advierte un cartel. En El Rinconcillo está “Prohibido terminantemente el cante”, aunque más de una vez (y de dos) se ha oído alguno que otro, incluso, acompañado de palmas. Es que estamos en Andalucía, en Sevilla, y aquí se nos van los pies, las manos, las gargantas y todo el “sentío” cuando alguien se arranca y ya es difícil parar.
Pero sí, hubo un tiempo en que estuvo “terminantemente prohibido”, así de contundente, y este azulejo era signo de lugar de orden. Hoy se mantiene como elemento histórico de este “museo” que es El Rinconcillo.
Esta medida de los tiempos de Franco era muy común y, con ella, se trataba de que la gente no se desmelenara a través de la música. Por eso, no era difícil ver este tipo de carteles en muchas tabernas españolas y, especialmente, en las andaluzas, donde era más probable que se dieran este tipo de situaciones.
Según dicen, la excepción eran las ventas, en las que la vigilancia municipal solía hacer la vista gorda para aliviar un poco las restricciones del régimen.
Sea como sea, lo que está claro es que El Rinconcillo es patrimonio de todos, que su decoración está marcada por sus años de historia y que, haya o no cante, el buen ambiente está asegurado.