Luisa llega a un restaurante. Antes de entrar ya tiene claro lo que va a pedir pero, en cualquier caso, mira la carta y… sí, se reafirma en su decisión. Ordena su plato al camarero y le pide consejo acerca del vino que mejor puede acompañar su comida. Empieza a disfrutar de ella, da un trago y se produce el desastre. Una nota de limón que desentona, una especia que provoca la discordia… ¿Te suena la historia?
Es una situación más común de lo que pensamos… El maridaje, esa conexión que se produce entre lo que comemos y el vino que tomamos es un arte difícil de dominar. La cuestión es, además de disponer de una bodega variada y bien seleccionada, conseguir la perfecta unión entre ambas partes, que todos los sabores se complementen y que ningún alimento pierda protagonismo. Pero no existe una única manera de lograrlo.
Lo habitual es elegir el vino por complementación; por ejemplo, de una comida ligera con un caldo que también lo es, como haríamos con un postre y cualquier tipo de vino dulce. En este sentido, solemos tener claro que los aperitivos y entrantes se acompañan de un espumoso o cava; y las ensaladas, por ejemplo, con un vino blanco, que también casa a la perfección con el pescado y el marisco. Pero aquí también hay ciertas puntualizaciones: para los pescados grasos, blancos criados en barrica; para los pescados blancos, blancos jóvenes; y para los azules, podemos optar por un tinto joven.
En este maridaje por complementariedad o tradicional entrarían, por ejemplo, unas gambas blancas de Huelva con albariño Nora da Neve; un arroz con el rosado Marismilla; o un solomillo de ternera con Atrium Merlot.
Pero también podemos buscar lo contrario y ofrecer un maridaje por contraste, obteniendo un equilibrio en los sabores, o un maridaje molecular, donde ya estaríamos hablando de jugar con la química de los alimentos; algo que en El Rinconcillo, por el momento, no hacemos…
En cualquier caso, antes de cualquier recomendación, hay que escuchar el gusto del cliente porque, las premisas que acabamos de enumerar, están formuladas para los gustos más comunes, pero si te apetece mezclar un pescado con un tinto joven, adelante. En definitiva, el objetivo del maridaje es proporcionar buenas sensaciones al comensal y en El Rinconcillo y La Trastienda también estamos para eso, cómo no.